A mi Director.
A Helena le encantaban las galas de entrega de premios. La gente reunida, la música de fondo, los nervios en el estómago, los canapés de espárragos, los vestidos de terciopelo, la barra libre, los hombres en trajes a medida, José en su traje a medida, José en el traje granate a medida, José en el traje granate a medida y las llaves de su habitación, los pantalones del traje granate a medida de José sueltos y arrugados sobre sus zapatos negros mientras la folla en el suelo de moqueta del Majestic de Barcelona. Le gustaban mucho, vamos.
Ella sabía que el nivel ese año estaba muy alto, y suponía que no iba a llevarse ninguna estatuilla a casa, pero la fiesta valía la pena. José iba acompañado de su director. Ambos, productor y director, formaban una pareja formidable. Siempre se terminaban las frases el uno al otro, compartían combo durante los rodajes y se cedían amablemente el turno para entrar en la cama de Helena. No es algo que se vea a menudo. Por eso ellos se iban a llevar el Premio esa noche, por su excelente trabajo en equipo. Nuestra chica adoraba trabajar para ellos, y a ellos les encantaba tenerla de actriz. De hecho le habían reservado el papel protagonista para su siguiente proyecto.
Solo quedaba media hora para la entrega de premios. Todos los actores, directores y productores estaban en la gran sala hablando nerviosos y distantes entre ellos. A Helena nunca le gustaron los ambientes pre-gala. Notaba que se movía demasiado cuando se ponía nerviosa: no sabía donde poner las manos, qué cara poner en las fotos… solo cuando escuchara el nombre exacto que se llevaría la estatuilla a “Mejor actriz secundaria” se quedaría tranquila. Fuera cual fuera el nombre premiado. En cierto momento vio al director dando vueltas alrededor de la mesa de cátering buscando el aperitivo perfecto para calmar sus nervios. Cuando pareció que se decidía, por fin, por un diminuto canapé de salmón dio media vuelta y pidió un gin-tonic en la barra. Helena se acerca a él, le coge la llave de la habitación 102 del bolsillo del traje, la menea ligeramente delante de sus ojos, y se encamina al ascensor. El director mira alrededor, disimula con unos pasos en dirección contraria y finalmente sigue el camino de la bella actriz.
A buen paso llegaría a su habitación en cuatro minutos, pero tuvo suficiente con dos. Encontró la puerta abierta, Helena en la cama y su vestido en el suelo.
-No sé como lo hace José para estar tan tranquilo antes de la entrega. A mí hasta se me corre el maquillaje de tanto sudar…
-Ya sabes como son los productores, solo les importa hablar y caer bien.
-Bueno, faltan quince minutos para que empiece todo, y el premio al mejor film es de los últimos, ¡tenemos un rato!
-¡Pero tú compites a mejor actriz secundaria! Y siempre lo dan de los primeros
-Pues ponemos la tele, y vamos viendo qué pasa.
Helena pone el canal que retransmite la gala. Salen los presentadores hablando animados, el público sentado, sonriente, todas las butacas ocupadas menos las del Director y nuestra Helena. Nuestra bella Helena está ocupando un asiento también reservado para ella, encima del buen Director, que estaba ya cerca de correrse.
-Y las nominadas para el premio a la Mejor Actriz Secundaria son….
-¡Mira, Helena!
-Laura Pascal, por el film Nubes de acero; Helena Jennet por el film Entre Dios y El Hombre…
Al escuchar su nombre, nuestra actriz no pudo evitar contraer sus músculos y aligerar el ritmo al que se movía encima del Director. Y asimismo, el Director no pudo evitar soltar un largo gemido que seguramente resonó hasta el mismo escenario.
-¡Y la ganadora es Helena Jennet!
-¡Mierda, tengo que ir!
Y mientras dice esto, ya se separa del pobre realizador empapado en sudor y esencia de Helena.
-Tranquilo, que no te vas a quedar así, tú mira la tele, ya me encargo yo con el discurso. –
Le dijo ella embutiéndose el vestido a saltitos.Corría tanto como le permitía su largo vestido rosa pálido con acabados de encaje negro y sus ligeras sandalias de tacón con brillantes. Llevaba un enorme collar a juego con los brillantes de sus zapatos y rebotaba contra su pecho a cada paso que daba. Tuvo que sujetar su vestido durante el breve minuto que tardó en recorrer los pasillos hasta el lugar donde se celebraba la gala para que no se le abriera el largo escote hasta el ombligo. Cuando llegó a la gran sala vio a José en el escenario, que seguramente ya se había imaginado qué estaba pasando, meneando mucho el premio con su grande mano y hablando sin decir nada, como bien sabe hacer. Helena recorre el pasillo y sube las escaleras a grandes pasos pero con toda la dignidad y serenidad de que es capaz, recomponiendose con ligeros toques el pelo y el escote del vestido.
-Gracias a mi queridísimo director, después de este proyecto estoy con más ganas que nunca, siempre está detrás de mí, apoyándome y dándolo todo por mí. Gracias.
Manda un beso coqueto hacia la cámara y con una pequeña reverencia que permitió ver sus pechos al completo, baja del escenario de la mano de su querido productor y se encaminan ambos hacia su habitación, donde el tímido cineasta los espera. Nada más llegar la dulce Helena suelta una risa esperpéntica, immediatamente acompañada por la de José, pero nadie se detuvo a limpiar la mancha goteante en el centro del televisor. La actriz se acurruca entre los brazos de José y se deja desvestir. El productor desliza su mano entre los muslos de Helena la Dulce, y los separa con sus grandes manos. Un dulce gota resbala hasta los dedos de José, a quien se le iluminan los ojos de repente. Se separa de Helena, coge su premio y la penetra con él. El Director se sienta en una de las butacas y mira la escena satisfecho, imaginándose cómo quedaría esto en la gran pantalla.
-Y finalmente, el premio al Mejor Film 2015 es para… Gerardo González por el film Colmillos. ¡Enhorabuena!
En la habitación 102 se hizo un silencio religioso. El premio parecía cantado, ninguno esperaba ese veredicto. José y Helena corrieron a reconfortarlo, incluso pensaban reclamar el premio merecido por su compañero. Nada lo animó, para él el premio era la oportunidad de dar un salto en su oficio. Sin el premio no habría grandes presupuestos, ni fama, ni caras conocidas que le dieran un empujón. Se había acabado el sueño del cine para nuestro Director. Se levanta de la cama y se encierra en el baño de la habitación, sin compartir ni una sola palabra.
-Pero seguro que puede seguir adelante, bajar el presupuesto e ir a por todas…
-No, Helena, cuando has llegado a este punto ya no queda nada. Solo los malditos premios Honoríficos a la Trayectoría Cinematográfica, pero solo los dan a los que han muerto ese año.
De repente pararon los sollozos en el baño, quizá pensó que valía la pena morir por el premio. Seguramente por la cabeza del Director pasaría una larga lista de títulos de crédito. Seguramente en los agradecimientos aparecía nuestra bella Helena. Pero tampoco esa película merecería un premio.