Nunca me había gustado que me abrazaran, nunca hasta entonces. Apreciaba y escurría cada segundo y milímetro de ese abrazo como si supiera que nunca iba a sentir una sensación mejor que ese alivio descansado, reposado, tus ojos tiernos mirándome, sin otra intención que cuidar de mi, como nadie había hecho hasta el momento. Me alegro que haya acabado, que dejaras de abrazarme: porque cuando algo bonito llega a su máximo, ya solo puede morir.